¿Por qué un blog?

Como profesora de Religión en un centro público de enseñanza secundaria, me ocurren muchas cosas a diario en mi trabajo. A veces, sólo por ser profesora, otras veces por se la de Religión.
Son muchas las ocasiones en las que necesito gritar, desahogarme y contar las injusticias, las tontunas, los atropellos que sufro en mi día a día. Pero lo voy a hacer en un cubo, para poder más tarde reciclar mis propias experiencias.
Quiero sentirme libre y no quiero ofender a nadie, por ello no citaré datos que identifiquen al centro, compañeros o alumnos.
Sólo quiero compartir lo que pienso y lo que siento, casi ni necesito que me lea nadie.
Pido a Jesús, por medio de María, su santísima madre, que me dé las luces necesarias para poder expresarme con valentía, equidad, justicia, y humildad.
Pero no descarto que, en algún momento, mis sentimientos afloren tal cual los vivo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Y compañeros mártires: EL CONCURSO QUE NO PUDO SER


Había una vez una profesora que presentó a sus alumnos a un concurso escolar (los concursos escolares sirven para que los alumnos pongan en juego sus conocimientos y habilidades. Es bueno que los chicos participen porque es algo que les motiva positivamente, les prepara para ser competitivos y les anima a superarse).



Pues bien, como decía, había una vez una profesora y varios grupos de alumnos a su cargo participando en un concurso nacional. Y he aquí que dos de los grupos que se habían presentado con esta profesora pasaron a la semifinal.

La semifinal se celebraría en la capital de Reino, así que ilusionados, empezaron a pensar cómo ir allí para participar y competir son otros grupos de todo el Reino. Hicieron sus cuentas. Necesitaban pagarse el bus de ida y vuelta y una o dos noches de hotel. Una en el caso de que no superaran la fase de semifinales. Y dos, en el caso de que quedaran finalistas. Buscaron un hotel que no fuera muy caro y, echando cuentas, descubrieron que necesitaban alrededor de 150 euros cada uno.
¿Cómo los conseguirían? Ellos no tenían ese dinero y sus familias difícilmente podrían ayudarles. Lo más lógico, pensaron, es que si van en representación del Centro, este costeara los gastos del viaje.



La profesora, ilusionada, fue a comunicarlo al director del Centro. Al fin y al cabo, los alumnos que habían conseguido llegar hasta la semifinal eran motivo de orgullo para todos sus compañeros y además representarían al Centro en tal ocasión. Por ello estaban seguros de que se merecían el apoyo de su instituto.

Pero una nube gris plagada de insensibilidad y desprecio se cernía sobre ellos.
El director comunicó a la profesora que no les iba ayudar económicamente, aunque los chicos fueran a representar al Instituto en aquel concurso. Y pidió a la profesora que les enviara a los alumnos “para ver si podía hacer algo por ellos”. Los alumnos se acercaron al despacho y salieron poco después. La propuesta de ayuda consistía en que el Centro le podía prestar el dinero, pero ellos tendrían que devolverlo antes de fin de curso.

Oh, qué decepción. En otro instituto de la ciudad había otro grupo de alumnos que iba a ir también a la semifinal. Pero estos otros recibieron el apoyo, no sólo moral, de su centro y podrían ir a la capital, sin tener que invertir su propio peculio.



Los alumnos estaban tristes y decepcionados. Y los chicos no pudieron competir en aquel concurso en la capital de Reino. Y los chicos no pudieron saber nunca hasta dónde podrían haber llegado, ni si eran tan buenos como para merecer uno de los premios ganadores. Y los chicos gustaron amargamente de su pequeña gran victoria.

La profesora estaba decepcionada y triste. Y la profesora se quedó pensando si merecía la pena animar a sus alumnos a participar en otras actividades. Y lo meditó largo tiempo. Y de tanto meditar entristecida se fue quedando delgada, muy delgada. Y al pasar el tiempo se quedó tan delgada que se desdibujó su figura. Y ya nadie recordaría cuánto había hecho por sus alumnos, cuánto había luchado por ellos, ni tampoco aquel día en que les negaron la posibilidad de participar en una actividad que habría llenado de orgullo a los alumnos, sus familias, sus profesores y su centro.

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