¿Por qué un blog?

Como profesora de Religión en un centro público de enseñanza secundaria, me ocurren muchas cosas a diario en mi trabajo. A veces, sólo por ser profesora, otras veces por se la de Religión.
Son muchas las ocasiones en las que necesito gritar, desahogarme y contar las injusticias, las tontunas, los atropellos que sufro en mi día a día. Pero lo voy a hacer en un cubo, para poder más tarde reciclar mis propias experiencias.
Quiero sentirme libre y no quiero ofender a nadie, por ello no citaré datos que identifiquen al centro, compañeros o alumnos.
Sólo quiero compartir lo que pienso y lo que siento, casi ni necesito que me lea nadie.
Pido a Jesús, por medio de María, su santísima madre, que me dé las luces necesarias para poder expresarme con valentía, equidad, justicia, y humildad.
Pero no descarto que, en algún momento, mis sentimientos afloren tal cual los vivo.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Pistoletazo de salida

No podría comenzar este blog sin reconocer que tengo muy buenos compañeros y compañeras en mi Centro.

A menudo lo digo a mis alumnos: que tienen mucha suerte y deberían dar gracias a Dios por tener unos profesores tan buenos, tan trabajadores y abnegados. Profesores que tratan día a día de dar lo mejor de sí mismos, que son tutores a tiempo completo, que se preocupan por ellos sinceramente. Gente que han hecho de su trabajo su vocación, hombres y mujeres a los que no les pesa demasiado corregir exámenes un domingo por la tarde, o tener que mendigar continuamente la colaboración de los padres,  o que están haciendo cualquier actividad con su familia y pensando "esto les gustaría a mis alumnos".


Claro que hay de los otros. De los que van las horas justas y no mueven un dedo por los alumnos. Hace unos días salía con uno de ellos del Centro y, comentando que salíamos pronto, me confesó: "yo salgo de aquí rápido todos los días, hora que no me pagan, no permanezco en el Centro". ¡Madre mía!, pensé para mí, ¡con las de horas que yo echo aquí sin que me las pague nadie!
Pero estos otros son tan pocos que casi ni se notan.

Así que doy gracias a Dios por la gente buena (que es mucha) que hay en todos los colegios. Por mis compañeros. Unos me caen mejor, otros peor, pero de todos aprendo algo y en todos encuentro bondad y buen hacer.